Durante estas semanas,
además de lo que serían los contenidos más técnicos de la asignatura, se proporcionaron
diversos textos de diferentes autores e incluso épocas, que en buena medida
reflejan muchas de las situaciones, dudas, tópicos o retos con los que se encuentra
cualquier docente y que en algunos casos, como la relación con el alumno, no
han cambiado apenas con el paso de los años.
A pesar de
ello, hay algunas lecturas que intentan hacer una reflexión sobre el papel del
profesor y su eficacia a la hora de cubrir las necesidades y expectativas del
alumnado. Hemos tenido la ocasión de leer las impresiones, por ejemplo, del
director de este propio Máster que cursamos y cómo él mismo refleja dudas sobre
la pertinencia de algunos planteamientos o de la indefinición que de la
profesión puede traer el futuro. Si esto así, es lógico que todos alberguemos
dudas.
En todo caso,
escribir esta entrada en el blog ha sido la excusa perfecta para volver a leer
un texto que ya en su momento me había hecho reflexionar, se trata de un
artículo aparecido en prensa del director pedagógico del colegio Izaga; Nicolás
Muracciole Boldt, el cual intenta acercar al lector el reto de preparar al
alumno no sólo en los contenidos tradicionales del saber, además se crea la
necesidad de hacerlo para lo desconocido, lo que vendrá, lo imprevisto. Algo de
una exigencia extrema para el profesorado, pues exige en primer lugar una
mirada a largo plazo de los futuros cambios que se van a producir en la
Sociedad y una adaptación a este personal análisis.
El artículo se
contextualiza en el congreso “Comprensión para un mundo complejo” organizado
por la Universidad de Harvard, que se celebró en Pamplona y donde expertos en
Educación de dicha universidad, han expuesto sus ideas y aplicaciones en el
marco del ProjectZero.
Básicamente se busca
resaltar y reforzar el papel de la Educación en el logro de una Sociedad más
justa y mejor, con dos cuestiones clave: qué debemos enseñar para responder a
los retos del siglo XXI y cómo hacerlo.
Los expertos sostienen
que la función de transmisión de conocimientos ya no es suficiente, que un 90%
de lo que se enseña en la escuela no será relevante para la vida del alumno
dentro de 10-15 años. Por ello se debiera dar una preparación diferente,
preparar para lo desconocido. Preparar para un futuro incierto donde lo único
claro es que la realidad social será diferente a la actual.
Objetivos para los que
hay que impulsar diferentes habilidades en el alumnado a las que se imparten
actualmente; a aprender a ver diferentes perspectivas, a fomentar el diálogo y
la empatía, a ser comprometido con la sociedad. Y la forma de hacerlo, que a mí
personalmente me parece tan interesante como complicado, debiera ser dando
pautas al alumno en la labor de docente, haciendo de la figura del maestro y su
forma de interactuar diaria un “modelo” del que tomar pautas y actitudes ante
los retos futuros.
Por supuesto quienes
promueven esta nueva forma de enseñar son conscientes de que no es ni sencillo
ni es posible hacerlo de forma individual, por ello abogan por intercambios de
experiencias, apoyos y recursos al profesorado y “quizá” una formación
diferente.
En definitiva es sencillo
acordar con la conclusión final “la calidad del aprendizaje del alumno
dependerá de la calidad del aprendizaje del profesor”, lo difícil es lograr en
el docente un aprendizaje acorde a estas expectativas. Con todo, entiendo que
cada profesor mejor que nadie conoce sus carencias y puede encontrar vías de
aprendizaje para suplirlas.
Al final todo se reduce a
un asunto de honestidad y respeto por la persona a la que debes formar lo mejor
posible, y adquirir una formación lo más completa y eficaz es parte de ello.
Educar para una sociedad mejor y más justa: difícil pero posible...
ResponderEliminarEducar para lo desconocido: ¿empezando por lo primero, tal vez?